domingo, 17 de marzo de 2013

U.S.A. 1992: Hubbell Trading Post y Petrified Forest N. P.


Continuamos nuestra ruta a través de Arizona para visitar el Parque Nacional del Bosque Petrificado.




De camino hacia allí, paramos a la entrada del pueblo de Ganado para echar un vistazo a otro lugar interesante: la Hubbell Trading Post, un puesto comercial del s. XIX en el más puro estilo fronterizo; está clasificado como National Historic Site.

Los Navajos, que habían sido obligados por el gobierno de Estados Unidos a trasladarse a la reserva de Campo Redondo en 1864, volvieron en 1868 a sus tierras después de pasar grandes penalidades. Encontraron sus campos destruídos y diezmado su ganado; empobrecidos por los años de exílio y desbaratada su antígua forma de subsistencia, tuvieron que buscar nuevos modos de cubrir sus necesidades. Además, para entonces ya se habían acostumbrado a consumir una serie de artículos traídos por el hombre blanco: herramientas, tabaco, alcohol, harina, azúcar, café... Para conseguir todo aquéllo sin usar dinero, que ni tenían ni estaban acostumbrados a manejar, la solución era el intercambio.

Ovejas, lana, mantas tejidas, joyería, cestos de paja y cerámicas. Tales eran los productos con que los Navajos podían comerciar.

John Lorenzo Hubbell, nacido en New Mexico de madre española y padre inglés, se trasladó a la zona en 1878. Compró el lugar a un comerciante anterior y estableció su negocio de intercambio, mejorando gradualmente su vivienda y las demás instalaciones a medida que su familia iba aumentando. En 1967 la familia vendió el lugar al National Park Service, que lo mantiene en funcionamiento a través de una asociación sin ánimo de lucro y con el mismo estilo tradicional en que los Hubbell lo dejaron.

Pero la Hubbell Trading Post no fue un simple puesto de comercio, ni las relaciones entre la familia y los indios se limitaron a un frío intercambio comercial. Un auténtico encuentro de culturas se desarrolló allí a lo largo de los años, presente tanto en los muchos artefactos de artesanía indígena que  adornan el interior de la vivienda como en la amistad que unió al comerciante con muchos de sus clientes. El nombre del propio pueblo: Ganado, proviene de un jefe navajo conocido como Ganado Mucho, en memoria del cual rebautizó Hubbell al pueblo; el hijo de este jefe: Many Horses (muchos caballos), está enterrado en el propio cementerio de la familia que se encuentra en lo alto de una colina cercana.

Por desgracia la vivienda, que hubiera sido lo más interesante, estaba cerrada cuando pasamos por allí. Solamente pudimos ver el establo - granero y el comercio, además de echar un vistazo al Centro de Visitantes. Todo lo manejaban los Navajos, y las mujeres charlaban en su difícil idioma mientras tejían sus tapices de cara al público.

El interior del comercio nos recordaba a las viejas tiendas españolas de los pueblos, con los comestibles amontonados sobre el mostrador y mil cachivaches de aspecto anticuado colgando de las vigas del techo. También los mostradores eran de la época, aunque la mayor parte de los artículos en venta eran ahora recuerdos para los turistas y artesanía india de factura actual.  En el establo se veían herramientas y algún viejo coche de caballos.




Desde aquí seguimos sin más demora para poder ver el Petrified Forest N. P. antes de la hora de cierre. La abundancia de fósiles, los estudios científicos que se llevaban a cabo en la zona, y la enorme (y prohibida) atracción por la madera fosilizada eran seguramente buenos motivos para que se cerrara a cal y canto al ponerse el sol.

Por suerte se trataba esta vez de un Parque de pequeño tamaño y fácil visita, que se reducía a recorrer la carretera panorámica y parar en los miradores; los senderos eran escasos y cortos.




Con un plazo de tres horas por delante empezamos por echar un vistazo al Centro de Visitantes. Allí había estupendos ejemplares de troncos fósiles pulidos. Parecía increíble que lo que un día fuera madera de color apagado y uniforme pudiera haberse transformado en aquéllos fantásticos diseños multicolores. No es extraño que aquéllas piedras desaparezcan de día en día robadas por manos avariciosas, interesadas, o simplemente fascinadas por algo tan bonito; yo me las llevaría todas...

Las primeras paradas eran miradores sobre el Desierto Pintado. Las colinas de tierra erosionada estaban formadas por estratos de colores marrón, blanco, naranja y violeta; una pena que las nubes ocultaran el sol y apagasen el brillo de los colores. Frondosos matorrales con flores amarillas salpicaban el paisaje perfumando el aire.




En las cárcavas lavadas por la lluvia asomaban troncos fósiles semienterrados, que se iban haciendo más abundantes a medida que avanzamos en nuestro recorrido. En el último punto de parada: Crystal Forest, había un montón de ellos por todas partes; aquí pudimos pasear por el loop trail y acercarnos por fín para tocarlos, admirar los colores y texturas, tomando algunas fotos con la luz del sol poniente. Fue lo que más nos gustó de este Parque.




Anochecía cuando emprendimos definitivamente la retirada; el vehículo de los ranger iba pasando para comprobar que no quedaba nadie en los aparcamientos. Ya fuera, encontramos unos grandes comercios que vendían fósiles y minerales diversos a buen precio y no resistimos la tentación de adquirir algunos de recuerdo.

Seguimos hasta Holbrook donde nos instalamos en un camping Koa. El suelo, cubierto de piedrecillas, era duro como cemento y, ¡cómo no!, la carretera pasaba al lado y la vía del tren poco más allá... Lo único bueno era la ducha caliente, que nos ayudó a descansar de los trotes del día.