sábado, 7 de abril de 2012

U.S.A. 1992: Colorful Colorado


Entramos en Colorado; "Colorful Colorado", como anunciaba el cartel turístico en la frontera del nuevo Estado.

20 de agosto y un calor aplastante; al mediodía las rocas rojas del Colorado National Monument parecían arder como un horno. La carretera escénica permitía hacer un recorrido muy cómodo, parando en los miradores para salir y echar un vistazo a las formaciones que la erosión había modelado en el paisaje de arenisca: un camello, dos figuras besándose, unas manos rezando, panzudos hornos de barro, paredes verticales...

* Puedes ver el mapa de Colorado N.M. pinchando aquí.




Gracias al aire acondicionado del coche podíamos recuperarnos después de cada salida, con algún corto paseo; pero fue una de las pocas veces que no he podido disfrutar realmente de un lugar a causa del calor; me llegué a sentir a punto de insolación. Esa tarde hicimos una parada en Delta para comprar un galón de leche (3,8 l.) que consumimos en el momento; a pesar del aire acondicionado y de haber tomado otro galón de bebidas isotónicas nos sentíamos deshidratados.




La segunda atracción natural que vimos en Colorado era el Black Canyon of the Gunnison National Monument (convertido desde 1999 en Parque Nacional). Allí el río Gunnison se había abierto paso a través de las rocas oscuras de esquistos y gneis, surcadas por vetas rosáceas de pegmatita, excavando un cañón profundo de paredes verticales: 685 m. de altura máxima, y 12 m. de separación entre sus orillas en la parte más estrecha. El Parque abarcaba los 19 km. más espectaculares de su recorrido.

La carretera serpenteaba bordeando la orilla Sur, y cortos paseos de no más de 500 metros conducían hasta varios miradores en los puntos más espectaculares. Por el fondo, empequeñecido por la distancia, circulaba el río de aguas verdes; sólo el tamaño minúsculo de un par de piragüas allá abajo permitía hacerse una idea de la altura.




Como curiosidad, apuntar que dos expediciones españolas pasaron por allí en 1776. Años más tarde, en 1882, la compañía Denver & Río Grande había conseguido construir una línea de vía estrecha a través del cañón (la última milla del trazado les había llevado un año por las dificultades del terreno), completando el primer enlace por ferrocarril entre Denver y Salt Lake City.




Sin embargo en 1955 la vía quedó abandonada, al existir ya una alternativa más moderna; en el Area Recreativa de Curecanti, junto a una de las presas del río, uno de aquellos antiguos trenes de vapor permanecía encaramado sobre una sección de puente metálico como recuerdo y monumento.

Nuestra tercera y última visita en Colorado fue para el Great Sand Dunes National Monument (declarado Parque Nacional en 2004).

* Pincha el el enlace si deseas ver el mapa.




Atravesamos una extensa llanura de campos de cereales, y a continuación una zona de matorrales bajos y floridos donde se criaban bisontes (que no llegamos a ver), hasta llegar a la vista de este sorprendente campo de dunas que casi parecía fuera de lugar. La arena arrastrada por el viento desde el cercano Río Grande se había ido depositando al pie de las montañas Sangre de Cristo, que forman un telón de fondo de altos picos a menudo cubiertos de nieve, creando este escenario desértico de dunas que alcanzan hasta 230 m. de altura sobre el nivel del San Luis Valley.

Gracias a un día excepcionalmente fresco y ventoso, con un cielo surcado de nubes, pudimos pasar toda una mañana subiendo y bajando por las dunas sin tostarnos; hay que decir que la temperatura de la arena en un día normal y soleado de verano puede alcanzar los 60º C...




Pero ese día tuvimos suerte y, casi sin proponérnoslo, acabamos trepando hasta la duna más alta de los alrededores; el viento soplaba borrando nuestras huellas y arrastrando las finas partículas de arena, que a veces sentíamos en los brazos como pequeños pinchazos.

Desde arriba se podía contemplar el extenso panorama de arena clara, con algunas vetas oscuras de magnetita, cuya uniformidad sólo se veía rota por algunas manchas de hierbas verdes y el amarillo de las flores de girasol silvestre en las depresiones más resguardadas. Porque lo sorprendente es que la aparente aridez del medio escondía una humedad que afloraba hasta la superficie en varias zonas; esto se notaba especialmente a la hora de bajar corriendo y saltando por las largas pendientes: un ejercicio muy divertido, aunque cuando la pendiente se volvía demasiado inclinada o resbalabas en alguna zona endurecida por la humedad corrías el riesgo de acabar rodando hasta abajo...




En aquél momento estábamos en uno de los lugares más tranquilos de todo el viaje; recientemente he leído que, tras unos estudios acústicos realizados por el Servicio de Parques Nacionales de U.S.A., se ha declarado el Great Sand Dunes como el Parque Nacional más silencioso de todos los Estados Unidos.

Atrás quedaban ya las aglomeraciones de los lugares turísticos más mediáticos y afamados, de los paisajes verdes y amables. Poco más de seis semanas y 9.600 kms. de carretera nos habían llevado de los frondosos bosques de la costa a los volcanes, las montañas, y ahora a las áridas extensiones rocosas del interior. A pocas millas nos esperaban las interesantes zonas arqueológicas de New México.

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