miércoles, 21 de noviembre de 2012

U.S.A. 1992: Zion N. P.


Se cumplía el segundo més de nuestro viaje, cuando llegamos al Parque Nacional Zion, en Utah.

Habitado primero por tribus indias, y "descubierto" en 1.850 por los mormones... Pero antes, en 1.776, dos sacerdotes españoles: Domínguez y Escalante, ya habían pasado por allí, convirtiéndose así en los primeros hombres blancos que visitaron la zona.




* Aquí puedes ver el mapa del parque, en tres partes: Kolob Canyon, Zion Canyon, y Ampliación de Zion Canyon

Entramos por el acceso Norte, yendo a parar al Kolob Canyon: enormes paredes de arenisca roja y estrechos cañones, todo muy masivo aunque no especialmente sorprendente. Hay que tener en cuenta que, después de tantos paisajes como llevábamos vistos, y de los últimos Parques visitados, los ojos se habían acostumbrado tanto a ver rocas y montañas que ya no nos llamaban la atención a menos que fueran realmente extraordinarias.




Nos trasladamos a la zona Sur del Parque: el Zion Canyon, instalándonos en el área de camping de Watchman, junto a la entrada. Siguiendo la carretera a lo largo del cañón se iban viendo a un lado y al otro los grandes montes de piedra que flanqueaban el río Virgin: Mount Moroni, Three Patriarchs, The Great White Throne... Todos, o casi todos, con su correspondiente nombre bíblico, pues no en vano habían sido los mormones quienes se los pusieron.

De hecho Zion, en antíguo hebreo, significa refugio o santuario; Kolob es el nombre de la estrella cercana a la residencia de Dios.




* Puedes acceder a una vista de la zona denominada Temple and Tower of the Virgin, a través de la Webcam del Servicio de Parques Nacionales, pinchando aquí.

La carretera terminaba en un circo rocoso de altas paredes: el Sinawawa Temple; esta vez el nombre era de origen indio, siendo Sinawawa un dios de los paiute. Dejando el coche en el aparcamiento, seguimos el camino por la orilla del río Virgin. Y cuando también el camino se terminó, entramos decididamente en el agua para remontar el río hasta The Narrows: los Estrechos.




Ya teníamos práctica en este tipo de aventuras gracias a nuestras incursiones en los cañones de Guara (Huesca); con las botas no era difícil caminar por el lecho pedregoso del río, y el agua estaba fría pero tampoco demasiado; además el caudal no era tan abundante como para mojarse mucho más arriba de las rodillas...




Fue un bonito recorrido, con las altas paredes elevándose y llegando a juntarse hasta no dejar más que una estrecha franja de cielo allá arriba. Estrías y agujeros erosionaban las paredes, especialmente en el Orderville Canyon, un cañón lateral en el que también entramos.




Nuestro paseo terminó a la altura de unas fuentes que brotaban a la derecha; y allí ya nos dimos la vuelta porque, entre fotos y paradas para admirar el paisaje, llevábamos dos horas y media largas a remojo. El regreso, en cambio, solamente nos llevó una hora. Volvimos al camping mojados, pero contentos, ¡y terriblemente cansados!.




Como el calor no remitía y resultaba bochornoso entre las altas paredes, subimos con el coche por la carretera hacia la salida Este del Parque.




Después de atravesar unos túneles se descubría un paisaje muy diferente; allí las rocas estaban cubiertas de estrías: según leímos, se trataba de una primitiva zona de dunas, fosilizadas y erosionadas por el agua y el viento hasta formar este extraño relieve.




Al ponerse el sol dimos la vuelta para volver a nuestra tienda, a los pies del monte Watchman. Cerca ya de medianoche comenzó a refrescar. Cantaban los grillos, y una preciosa luna llena empezaba a asomar por encima de las montañas.

viernes, 26 de octubre de 2012

U.S.A. 1992: Bryce Canyon N. P.


Continuamos nuestro recorrido por Utah, atravesando ahora una sucesión de cañones, desiertos de roca blanca, un inesperado bosque de coníferas y álamos, áreas desérticas, más cañones... Así hasta llegar a uno de los puntos más espectaculares de todo el viaje: el Parque Nacional Bryce Canyon.

* Aquí puedes ver los mapas de las zonas Norte y Sur del P. N. Bryce C.




A la primera ojeada comprobamos que no se trataba exactamente de un cañón, a pesar de su nombre, sino más bien de un anfiteatro excavado por la erosión en la falda del monte. El terreno, estratificado, estaba formado por capas de roca arenisca de colores: rojo, naranja, rosa, violeta, blanco...




Pero no solamente se trataba de colores... Lo más sorprendente era el conjunto de formaciones que llenaban todo aquel espacio: un nutrido ejército de torres, castillos, agujas, ventanas, figuras, rocas en un equilibrio imposible: lo que nosotros llamamos chimeneas de hadas, y que en Bryce C., al parecer, se han formado en mayor cantidad que en ningún otro lugar del planeta. Una ciudad de cuento esculpida por el agua, el hielo y el viento a lo largo del tiempo.

Las leyendas de los indios Paiutes, uno de los pueblos que a lo largo de la Historia habitaron este lugar, aseguraban que las formaciones eran en realidad una multitud de seres antíguos, condenados por el dios Coyote a permanecer para siempre transformados en piedra a causa de su maldad.




No es extraño que la imaginación de aquéllos indios se pusiera en marcha a la vista del paisaje fantástico y espectacular que teníamos delante; un paisaje que parecía cambiar a cada momento con la luz, el punto de vista y la dirección en la que orientásemos nuestras miradas.

Nos instalamos en el complejo turístico que había junto a la carretera, poco antes de llegar a la zona principal del Parque; a pesar de que el espacio era amplio, lo polvoriento del terreno y el tráfico de coches no lo hacían demasiado agradable.

En el Centro de Visitantes estuvimos viendo una exposición acerca los animales y la ecología de la zona, y uno de los audiovisuales más bonitos de todos los Parques. A continuación, por la carretera que bordeaba la meseta, fuimos parando para echar un buen vistazo desde los miradores y hacernos una idea del lugar en el que estábamos. Las vistas más bonitas se apreciaban desde los puntos de vista de Bryce PointInspiration Point.




Y por último, calzándonos las botas y echando una pequeña mochila a la espalda con las indispensables cantimploras, enfilamos el Navajo Loop Trail, dispuestos a adentrarnos en el corazón de aquel laberinto geológico para explorar de cerca algunos de sus rincones.

La senda, empinada, descendía vuelta tras vuelta unos 160 metros, hasta alcanzar la base de las torres. A cada paso se abrían a nuestros ojos nuevas perspectivas; las figuras cambiaban de forma, aparecía una ventana en la roca, un castillo blanco asomaba por detrás de otro rojo, la mancha oscura de unos árboles rompía la curva sinuosa de un oleaje petrificado de colores pastel...




Era todo tan bonito, tan cambiante, que hubiésemos querido recorrerlo entero para no perdernos ninguna sorpresa. Pero el sol calentaba con fuerza y sus rayos, reflejados de forma cegadora por el terreno de colores claros, nos obligaba a ir buscando las pequeñas sombras para refugiarnos en ellas durante unos breves momentos de descanso.

Enlazamos nuestro recorrido con el Queen´s Garden Trail, que serpenteaba a través de uno de los rincones más bonitos del anfiteatro principal. Desde allí la subida era menos brusca de lo que había sido la bajada, y alcanzamos de nuevo la meseta sin novedad. En el camping nos aguardaba una buena ducha, y una siesta reparadora después de comer.




Visitamos también la Cueva de los Musgos; aunque se trataba solamente de un pequeño abrigo en la roca, encontrar una fuente allí parecía casi un milagro.

Al día siguiente recogimos el asentamiento y abandonamos el camping con ganas, y con una buena capa de polvo en la tienda y el coche. Seguimos ruta por una carretera que subía y subía hasta alcanzar más o menos la cota de los 3.200 metros, donde se encontraba el Monumento Nacional Cedar Breaks.




A pesar de pertenecer al mismo estrato geológico que Bryce Canyon, la inclinación del terreno lo situaba aún más alto. Aquí el proceso de erosión era el mismo, pero las formaciones resultaban menos espectaculares y las pendientes de colores dominaban el paisaje. Una meseta cubierta de bosque, en el que se mezclaban pinos y abetos con álamos, bordeaba el anfiteatro; estos últimos, probablemente a causa de la altitud, se habían vestido ya con sus brillantes tonos otoñales y salpicaban de naranja y amarillo la mancha oscura de las coníferas. Unas marmotas rollizas correteaban de acá para allá, haciendo acopio de calorías con vistas al próximo invierno.

Entramos a ver el pequeño Centro de Visitantes, tomamos un bocadillo en el área de picnic, y recorrimos los miradores. Desde allí seguimos hasta Cedar City, donde nos aprovisionamos de comida antes de enfilar la carretera hasta nuestro siguiente destino: el Parque Nacional Zion.

jueves, 30 de agosto de 2012

U.S.A. 1992: Capitol Reef N. P.


Primeros días de septiembre; seguíamos en Utah. Por la mañana atravesamos un paisaje desértico: formaciones rocosas estratificadas de color chocolate, amarillo y gris cemento; el suelo, de arena blanca salpicada de arbustos espinosos, reflejaba el sol de forma cegadora. Grandes cantidades de piedras negras, redondas, tapizando las laderas: eran antiguas lavas, arrastradas hasta allí por los glaciares que cubrieron aquellos terrenos en una época remota.

El Parque Nacional Capitol Reef abarca el paisaje formado por un pliegue geológico de caliza blanca; la erosión ha modelado cañones, pilares, arcos y cúpulas, creando un mundo encantado en medio del desierto. La forma de cúpula de uno de estos montes blancos, que recuerda al Capitolio, y la barrera infranqueable (reef) formada por el pliegue de roca, han dado lugar al nombre del Parque.

* Puedes ver los mapas del Parque pinchando en Capitol Reef Norte y Capitol Reef Sur.




El pueblo más cercano era Torrey; tenía un pequeño comercio donde aprovisionarse de comida, al menos de lo más imprescindible. Una vez dentro del Parque, el área de Fruita resultó ser un auténtico oasis: huertos de manzanos y un suelo de hierba verde en medio del cañón. Allí justamente estaba el camping, donde nos instalamos nada más quedar un sitio libre.

Los frutales habían sido plantados por colonos mormones, que llegaron a finales del s. XIX, y se establecieron durante unos años en el valle; actualmente, los campistas podían beneficiarse de las manzanas de forma gratuita, sin abusar. También los ciervos-mulo, las perdices y los robin aprovechaban cada fruta caída; una marmota asomaba por un agujero del cercano pajar, aunque rápidamente volvió a su refugio cuando vio que nos acercábamos.




Por una carretera, que luego se convertía en pista, nos internamos en la Capitol Gorge. Y cuando la pista se volvió intransitable continuamos a pie por el cañón de altas paredes coloreadas, surcadas de estrías y agujeros.




En una de ellas podían verse todavía las firmas grabadas por los primeros exploradores que pasaron por la garganta. Más allá, en un pequeño barranco, unas pozas de agua opaca que en su momento fueron un recurso apreciado, ya que no se llegaban a secar durante el tórrido verano aunque el resto fuera puro desierto.

Ranitas del tamaño de la yema de un dedo se refugiaban en la sombra. También nosotros la buscamos al volver, pues al sol la temperatura resultaba agobiante. Otra pista de tierra entraba en el Grand Wash: la garganta se inunda con las lluvias y, por su aspecto, debe de arrastrar entonces todo lo que se le ponga por delante. Quizás había llovido unos días atrás, porque al caminar pasamos por algunas zonas de barro todavía húmedo. La zona más impresionante era la de los Estrechos (the Narrows), con paredes perforadas por agujeros y ondulantes estrías.
A la caída de la tarde subimos por otra pista hasta un punto alto,con una estupenda vista del Sulphur Creek y los alrededores. La puesta de sol, desde el mirador de Goose Necks, era un despliegue de rojos y dorados que tiñeron el cielo y la tierra con colores de fuego. Nos llamaron la atención unas rocas que se veían más abajo, agujereadas como un queso y de color chocolate.




A la mañana siguiente, con la fresca, salimos a dar otro paseo pensando en llegarnos solamente hasta Hickman Bridge, otro puente de roca como los que llevábamos ya unos cuantos vistos. Pero acabamos animándonos y subimos las dos millas y cuarto de camino hasta el North Rim Overlook, gracias a una ligera brisa que nos refrescaba de vez en cuando, y a la sombra acogedora de algunas sabinas que crecían por el camino.

Desde lo alto de la impresionante pared que se abría a nuestros pies se abarcaba todo el oasis de Fruita, extendiéndose entre los cañones del Frémont River y Sulphur Creek; nuestra tienda era sólo un puntito azul, y las autocaravanas parecían de juguete.




Al bajar nos desviamos para explorar otro pequeño cañón con el fondo de arena blanca; hasta que la vegetación, demasiado enmarañada para seguir avanzando, nos hizo dar la vuelta; además, recordábamos haber leído que por aquellos solitarios terrenos caminaba el puma... 

miércoles, 29 de agosto de 2012

U.S.A. 1992: Natural Bridges N.M.


El día había amanecido desapacible, pero se agradecía la temperatura fresca; no tanto el viento, que arrastraba ráfagas de arena.

Llegamos al Monumento Natural de Natural Bridges a la hora de comer, y paramos en el Centro de Visitantes el tiempo justo para recoger el mapa del lugar. En él se aprecia que la carretera circular permite hacer un recorrido para ver el White Canyon y los tres puentes de roca que dan nombre a este Parque. Agua y viento han sido los escultores de la roca arenisca, creando estas estructuras naturales.

El primero que visitamos fue Sipapu Bridge. Los nombres de las tres formaciones provienen de los indios Hopi, antíguos habitantes del lugar; Sipapu viene a significar "lugar de salida", ya que en sus tradiciones era ésta la puerta que usaban sus espíritus ancestrales para visitar este mundo.




Mientras descendíamos los 160 metros hasta el fondo del cañón, las nubes negras que poco antes habían estado soltando agua parecieron evaporarse, dando paso a un sol espléndido; realmente demasiado espléndido... De pronto volvía a hacer calor. Desde abajo la vista era mucho más impresionante que desde la carretera.




 El segundo, Kachina Bridge, tenía unos petroglifos medio borrados en uno de sus lados, y gran cantidad de arena debajo. Las Kachina son muñecas ceremoniales que representan a espíritus enmascarados; algunos de los símbolos empleados en su adorno se veían también reflejados en aquéllos petroglifos, y de ahí el nombre dado a este puente de roca.

Como testimonio de que el proceso erosivo sigue en marcha, un montón de rocas se amontonaban a un lado: 4.000 toneladas, según datos oficiales, desprendidas del puente un par de meses antes de nuestra visita.


    




 Owochomo Bridge, el último de la serie, era el más estilizado de los tres. El nombre hace referencia a un relieve rocoso que tiene encima de uno de sus extremos.

Esa noche acampamos en la orilla del Lago Powell.

En medio de un paisaje desértico de cañones de roca blanca, roja y marrón, las aguas embalsadas del río Colorado parecían fuera de lugar; pero allí estaba, preparado para que los visitantes pudieran aprovecharlo paseando en barcas de motor y casas flotantes en la zona recreativa de Glen Canyon. Se podía acampar por libre, así que allí instalamos nuestra tienda, hicimos una hoguera aprovechando el montón de madera seca depositada por el río, y asamos unas lonchas de bacon, que nos supieron a gloria a la luz de la luna.

domingo, 24 de junio de 2012

U.S.A. 1992: Arches N. P. y Canyonlands N. P. (2)


El P. N. Arches cuenta con unos 2.000 arcos naturales de roca. No pretendíamos verlos todos, pero hay tres zonas especialmente interesantes que no se debería uno perder: The Windows, que comenté en la entrada anterior; Devil´s Garden; y el arco más fotografiado de todos: Delicate Arch.

* Puedes ver el mapa del P. N. Arches pinchando aquí.




En Devil´s Garden caminamos por el sendero de unos 3 kms. que permitía echar un vistazo cercano a varios arcos; acabo de leer que uno de ellos, Wall Arch, se desplomó una noche en agosto de 2008 sin causar daños a nadie, así que ése precisamente ya no es visible... Al final del camino encontramos el Double O Arch (debajo), el que más nos gustó de los que vimos esa tarde.




Alcanzar el Delicate Arch nos costó un poco más.

Después de haberlo visto reproducido tantas veces, incluso en la portada del libro que llevábamos como guía de viaje, por fín lo teníamos cerca. Pero las fotos vistas eran tomas cercanas, sin otra referencia que permitiera hacerse una idea aproximada de su tamaño y situación; desde el mirador pudimos ver con sorpresa que se encontraba en lo más alto de una pared y que nos esperaba una buena subida.




Pero hay que decir que mereció la pena porque fue una de las visiones más espectaculares de aquellos desiertos de piedra. Una vez arriba nos sorprendió lo extraño del lugar: una gran hondonada cóncava similar a un anfiteatro, con el arco en un extremo. Entonces pudimos apreciar su enorme tamaño, y comprender porqué siempre aparece en las fotos desde cierto punto de vista: casi el único disponible.




Nos sentamos, como los visitantes que habían llegado antes que nosotros, para contemplar en silencio cómo el sol poniente iba tiñendo la piedra de colores ardientes. De vez en cuando alguien se acercaba un momento hasta allí para tomar una foto o ser fotografiado, y volvía a su sitio inmediatamente para no alterar el espectáculo de la puesta de sol en aquel lugar mágico.




Desaparecido el sol, una luz rosada pintó el paisaje de tonos más suaves y la media luna se asomó por encima del arco. Tocaba emprender la bajada antes del anochecer, amenizada por los pequeños ratones de ojillos negros y orejas redondas que allí llaman Pinyon mouse; uno de ellos estaba tan absorto en el trocito de manzana que había encontrado, que ni siquiera situándonos a su lado conseguimos distraer su atención.

Despidiéndonos de Moab, seguimos ruta para visitar la zona Sur del P. N. Canyonlands: The Needles (Agujas).

* En este enlace puedes ver un mapa de esa zona del Parque.

Cerca de la entrada se encontraba esta roca que, con sentido del humor, habían bautizado Newspaper Rock (Roca del Periódico). Allí los Anasazi dejaron sus grabados durante 1.500 años: una colección de figuras humanas, cabras, bisontes, serpientes, huellas de pies, círculos, ruedas... que debieron transmitir sus noticias a quien supiera descifrarlos.




La técnica para realizar los grabados era muy sencilla: raspando la capa oxidada con algún instrumento, que bien podría haber sido una roca puntiaguda, aparecía la roca de color claro. Los descendientes de aquellos indios ya no dejaban allí sus mensajes, pero habían montado puestos de bisutería para vender a los visitantes.




Siguiendo la carretera hasta Big Spring Canyon overlook, llegamos a la vista de otros cañones con rocas de formas curiosas; como éstas de la foto superior que parecen hamburguesas. Otro pequeño recorrido se acercaba a las agujas de roca: Needles, que daban nombre a la zona.

La pista de Elephant Hill terminaba convirtiéndose en camino para 4x4. Encontramos una mesa a la sombra, ¡bendición del cielo!, donde tomar unas ensaladas; lo único que apetecía comer con tanto calor. Así reanimados y con una brisa agradable que se levantó por la tarde, aprovechamos para internarnos en el paisaje de rocas con estratos de colores, que formaban callejones y curiosos laberintos, donde nos hubiera gustado quedarnos mucho más tiempo.




En el Centro de Visitantes compramos el libro con fotos del Parque. Al final del viaje habíamos acumulado una buena colección, que facturamos sin problemas gracias al generoso cupo de equipajes permitido allí en los vuelos. Una generosidad que nos había extrañado hasta comprobar la ingente cantidad de cacharros que acompañaban a los norteamericanos hasta en la más pequeña excursión: cada mesa de picnic era un despliegue de menaje que hubiera bastado para surtir un pequeño negocio...

De momento seguíamos viaje por Utah. Nos quedaban otros tres Estados por delante y varios de los parques nacionales más famosos de Estados Unidos. Había llegado septiembre.

domingo, 17 de junio de 2012

U.S.A. 1992: Canyonlands N. P. y Arches N. P. (1)


Moab era un pueblo muy turístico, naturalmente. Rodeado de Parques Nacionales, con Arches y Canyonlands al lado; el centro natural para organizar tours y descensos en rafting, alquilar vehículos 4x4 y comprar souvenirs de todo tipo; sin contar con el alojamiento y los restaurantes.

El entorno era curioso, especialmente una barrera de arenisca que, como una muralla infranqueable, se prolongaba a lo largo de varias millas. En aquel paisaje situó el escritor Zane Grey algunas de sus novelas de aventuras; un aliciente más para la visita.

Allí nos instalamos como base, en un camping que regía un pintoresco encargado con sombrero vaquero y una oficina decorada con objetos indígenas. El hombre hablaba tan rápido que nos costaba entender la mitad de las cosas; aunque esto nos sucedía cada vez que cambiábamos de Estado y sólo duraba un par de días; después, gracias a escuchar contínuamente el idioma y a la buena voluntad de nuestros interlocutores la comunicación tendía a mejorar sensiblemente...




Nuestra primera visita fue para Canyonlands N. P.

* Puedes acceder a la página del Servicio de Parques Nacionales de USA y a la webcam de Canyonlands pinchando aquí . También puedes ver un mapa de esta parte del Parque.

La zona Norte recibe el nombre de Island in the Sky y es una espectacular terraza sobre los cañones de los ríos Colorado y Green, que confluyen más adelante. Desde los miradores del recorrido el paisaje se extendía ante nuestra vista como un grandioso laberinto de torres, mesas, agujas, paredes y barrancos en medio del desierto. Lo único que echábamos de menos era poder bajar y explorar aquellos recovecos, pero las pistas sólo eran accesibles para vehículos 4x4, y el flamante Pontiac Sunbird que nos llevaba de un sitio a otro no era lo más adecuado para aquel terreno.

La foto de abajo es una vista desde el mirador de Green River.




Upheaval Dome contrastaba con su entorno. Allí el terreno se retorcía en un mosaico de colores verdes y rojizos, cuyo origen no parecía estar muy claro para los científicos: unos creían que se trataba de un domo de sales minerales erosionado al quedar al descubierto, y otros que sería el impacto de un meteorito. Pasamos un buen rato subiendo y bajando por las rocas, intentando obtener mejores vistas de los impresionantes cañones escondidos más allá.




Entrando en Arches N. P. la carretera discurría por el lecho seco de un cañón con un entorno monumental, que acertadamente habían llamado Park Avenue. El suelo estriado formaba curiosos dibujos, y las rocas tenían el aspecto de gigantescas esculturas.

* En este enlace puedes ver un mapa de este Parque.




La formación más reproducida en fotos: Three Gossips (Tres Comadres), se puede ver a la izquierda en la foto superior.

* También puedes encontrar una vista cercana de ella, además de otras fotos que no incluyo en este blog por cuestión de espacio, en mi álbum Parques Nacionales de U.S.A. 1992, al que puedes acceder directamente pinchando aquí. El álbum se actualiza de vez en cuando con nuevas fotos.




La sección de Windows (Ventanas) era una de las más espectaculares del Parque; allí se concentraban pináculos, torres y arcos de piedra. Caminamos por el trail que recorría las dos Ventanas: North Window y South Window (foto de abajo) y el Turret Arch.

El calor apretaba por momentos y las pequeñas mochilas iban cargadas principalmente de agua; esta necesidad ineludible de transportar grandes cantidades de agua para beber, especialmente en largos recorridos, era la causa de que muchos de los paisajes de estos Parques Nacionales continuaran por aquellas fechas (y supongo que todavía en gran parte) inexploradas.




También llegamos hasta Cove of Caves y Double Arch, cuyo tamaño se puede apreciar por comparación con la pequeña figura en la foto de abajo.




Hay algo irreal en los arcos de roca. De lejos parecen, efectivamente, ventanas a través de las cuales asoma el azul del cielo y el blanco de las nubes, como si de un cuadro de Magritte se tratara; pero una vez llegados hasta allí y vistos de cerca, desde abajo, la impresión cambia y se transforman en enormes puentes de roca tendidos entre dos muros lejanos, incomprensibles en su sencillez y de una ligereza engañosa. Pueden durar siglos o desmoronarse en un momento, y es la erosión el factor que los va construyendo lentamente y también el que a la larga termina por destruirlos.




No son paisajes que todo el mundo encuentre tan atractivos e interesantes, es verdad. Cuando estuvimos por allí el número de visitantes parecía mantenerse en niveles más discretos que en otros Parques Nacionales. Las condiciones son más duras, el terreno más accidentado y el calor agobiante; no se encuentran en aquellos desiertos pétreos las amables praderas llenas de flores de Mount Rainier, los bosques frondosos y húmedos de Olympic, las cascadas de agua que se despeñan por las paredes de Yosemite ni los espectaculares fenómenos hidrotermales que salpican Yellowstone. Su encanto es otro, más austero pero a la vez más grandioso, y sobrecoge estar allí en medio en el silencio del anochecer.

sábado, 5 de mayo de 2012

U.S.A. 1992: New Mexico (2)


Después de la agradable ciudad de Santa Fe, las zonas arqueológicas de New Mexico suponían un curioso contraste. Volvíamos mentalmente atrás para echar un vistazo al pasado de aquella región, a través de las ruinas que dejaron sus antiguos habitantes: los indios Pueblo.

Bandelier National Monument fue nuestra primera parada; el nombre se lo había dado Adolph Bandelier, arqueólogo y antropólogo suizo, guiado hasta allí en 1880 por uno de los descendientes de aquellos antiguos pobladores: José Montoya, para enseñarle el lugar donde vivieron sus antepasados.

Frijoles Canyon estaba salpicado de viviendas, algunas de ellas excavadas en las paredes de la roca; también se podían ver pinturas y petroglifos, y las curiosas construcciones llamadas kiva.




Este pueblo de planta circular: Tyuonyi, había estado habitado entre los años 1150 y 1600. A pesar de que sólo quedaban los restos de paredes bajas, las viviendas tenían originalmente hasta tres alturas.




Gracias a una serie de escalones tallados en la roca y de escaleras de mano en los lugares estratégicos alcanzamos este abrigo en la pared del acantilado, a unos 40 metros sobre el suelo del cañón. Aquí, además de las ruinas de viviendas se encontraba esta kiva, con una escalera para descender al interior; la función de estas curiosas construcciones circulares parecía ser ceremonial y en ellas se reunirían hombres y niños para sus celebraciones religiosas.




La verdad es que pasamos un día bastante entretenido subiendo y bajando escaleras para alcanzar cada uno de los rincones accesibles, y acabamos bastante cansados a causa del calor y de la gran cantidad de visitantes.




También invertimos un buen rato en ver la interesante exposición del Centro de Visitantes: un edificio de "estilo adobe" con una colección de cerámicas, artefactos, e incluso la reproducción del interior de una vivienda tal como debía de verse cuando estaba en uso. Y disfrutamos de la compañía de ardillas de varias clases mientras tomábamos la merienda en el área de picnic.

Nos llevó una tarde recorrer las millas que nos separaban del siguiente punto de interés: Chaco Culture N. H. P. Atravesando las Montañas Nacimiento, desapareció el asfalto durante un largo tramo y la carretera se convirtió en una pista que el cartel anunciaba como intransitable en invierno; y realmente debía serlo, pues a pesar de las buenas condiciones de aquel momento tardamos bastante en dejarla atrás.




Llegados al cruce, ya de noche, volvió a desaparecer el asfalto; y esta vez la pista era realmente mala: una superficie de "tabla de lavar" que hacía botar el coche de forma alarmante, de manera que avanzábamos a paso de tortuga a través de una llanura polvorienta en la que se veía de vez en cuando la luz lejana de alguna casa.

Fue un alivio llegar a la zona de acampada, ya de noche, y encontrar un sitio libre; cenamos a la luz de una vela y rápidamente nos metimos en los sacos de dormir porque hacía bastante frío. Sólo al hacerse de día y abrir la tienda vimos el paisaje que nos rodeaba: justo detrás de nosotros, una gran roca con un saledizo bajo el cual se veían las ruinas de una vivienda, con toda una colonia de nidos de golondrinas en el techo; alrededor más rocas de arenisca, y una sorprendente cantidad de flores entre los matorrales a pesar de la aridez del terreno y el calor del verano.




Chaco Culture National Historic Park había sido un lugar densamente poblado entre los años 900 y 1150. Con piedras extraídas de las canteras de arenisca, y troncos acarreados desde largas distancias, aquellas gentes habían construido los que hasta el siglo diecinueve fueron los mayores edificios de Norteamérica, llegando a alcanzar cinco pisos de altura de sólida construcción.




En Pueblo Bonito se agrupaban una gran cantidad de kivas, y una sección bastante entera de bloques de viviendas, de las que ahora sólo quedaban en pie tres niveles. Nos llamaron la atención las curiosas ventanas en las esquinas; y la alineación de todas las puertas, de forma que a través de la primera se veían todas hasta el fondo; algunas de esas puertas tenían forma de T, más anchas en su mitad superior. En Casa Rinconada todavía podía verse una enorme kiva parecida a un anfiteatro.




Aztec Ruins National Monument protegía un tercer conjunto de ruinas de los indios Pueblo; en parte reconstruidas, y magníficamente explicadas en una pequeña guía.




Aquí lo más vistoso era esta enorme kiva reconstruida, a la que se podía entrar para admirar el magnífico entramado de sólidos troncos que formaban el techo. El "ambiente" estaba reforzado por los cánticos indios que resonaban en el interior con sólo pulsar un botón...

El camping de Durango tenía la particularidad de quedar dividido en dos por la vía del tren turístico que llevaba a Silvertown; por suerte solamente hacía el recorrido de día...




Nuestra última visita arqueológica fue para Mesa Verde National Park.

Una "mesa", la formación rocosa característica de toda aquella zona, es un terreno elevado con la parte superior plana y delimitado por paredes abruptas. Aunque la que ahora visitábamos era curiosa por ser muy elevada por un extremo y caer suavemente formando cañones por el lado opuesto; la vegetación abundante de arbustos y árboles, entre los que abundaban sabinas y pinos, justificaban claramente el nombre que le habían dado.




El conjunto más grande, bonito y mejor conservado era Cliff Palace, seguramente el que todos hemos visto en imágenes más de una vez. Como casi todos los otros de este Parque, tenía un emplazamiento magnífico: un enorme abrigo en la pared de roca, colgado en mitad del cañón. Con la luz dorada del atardecer, además, el efecto visual era sorprendente.




Pudimos recorrerlo bajo la atenta mirada de los rangers, sin pasar de las zonas acordonadas. No así Square Tower House, cuyo acceso no estaba permitido aunque había un buen punto de vista desde el que apreciarlo y tomar fotos; destacaba allí una torre especialmente alta y bien conservada, que daba nombre a todo el conjunto.




La zona del parque llamada Wetherill Mesa se recorría parcialmente en un tren-autobús, por cuyos laterales abiertos entraba un agradable vientecillo que refrescaba del calor del día. Algunas sendas cortas permitían acceder a otros conjuntos de viviendas, de los que el mejor era Balcony House.

La subida, pintoresca, se hacía por medio de unas escaleras de troncos y escalones tallados en la roca, para atravesar por último un estrecho pasadizo y desembocar a gatas en un buen balcón, amplio y protegido por un muro: un rincón de cuento con estupendas vistas del cañón. Esta visita era obligatoriamente guiada por un ranger, que se encargaba también de las extensas explicaciones acerca del lugar y su historia.




Spruce Tree House ocupaba un emplazamiento especialmente agradable a la entrada de un cañón: un lugar húmedo y frondoso, con el lujo inusitado de una fuente justo al lado; un pequeño canal parecía dirigir el agua hasta un lugar de almacenaje.

En fin, pasamos dos días completos de un sitio al siguiente: vimos el museo y el Centro de Visitantes con su exposición de artesanía india, charlamos durante horas con una familia de Colorado que conocimos durante una visita y resultaron ser nuestros vecinos de camping, y subimos y bajamos todas las escaleras que se nos pusieron por delante. Nos gustó mucho este Parque.

Cuando nos fuimos de allí, rumbo a Moab y los espectaculares paisajes de Canyonlands, negros nubarrones cubrían el cielo y pronto comenzó a llover.