miércoles, 15 de octubre de 2014

Japón 2014: Tokio: Ueno y Shibuya


El parque de Ueno, uno de los pulmones verdes de Tokio, es un cambio agradable en el panorama ciudadano. Allí hemos pasado gran parte de esta mañana de sábado, viendo algunas de las colecciones que alberga el Museo Nacional de Tokio.


No se trata de un único edificio, sino de varios pabellones.
En la Galería de Tesoros de Horyu-ji se puede ver una extensa colección de estatuas de Buda y otras piezas de indudable interés histórico... aunque también es cierto que para apreciarlas hay que ser un gran entusiasta del tema y estar mucho mejor informado.
El Hyokeikan, un edificio de 1909 en estilo occidental, alberga en este momento una exposición acerca de las excavaciones de la antigua Edo.


Pero sin duda es el Honkan el pabellón más interesante para nuestro gusto. Desde cerámicas y esculturas hasta textiles y caligrafía; sin olvidar las increíbles armaduras que un día revistieron a los guerreros samuráis, proporcionando a sus portadores un aspecto fantástico y temible destinado a aterrorizar desde el primer momento a sus enemigos. Y a fe que debían conseguirlo.


Pero lo más sorprendente es encontrarnos en una de las vitrinas con este "viejo conocido", que saltó a la fama a través de Erich von Däniken al presentarlo como prueba palpable de que los extraterrestres habían visitado la Tierra en algún lejano momento del pasado...


Detrás del Honkan hay un precioso rincón; la primera muestra de los espectaculares jardines japoneses que más tarde iremos descubriendo en Kanazawa, Hikone, y en muchos templos.

Toca sumergirse de nuevo en el bullicio de las calles, porque va siendo la hora de comer. El Mercado Ameyoko queda justo enfrente de la estación de Ueno; calles repletas de gente y pequeños comercios que venden un poco de todo: ropa, zapatos, alimentos, cachivaches diversos... entremezclados con pequeñas tabernas muy concurridas y ruidosos pachinkos.


Acabamos encontrando lo que buscamos en la última planta de un centro comercial, donde normalmente hay un puñado de restaurantes. Elegimos uno con ambiente muy agradable y el habitual muestrario de platos de plástico como ayuda visual para seleccionar el menú; la barrera del idioma no nos ha impedido acertar y salir satisfechos. 


Habíamos leído tanto acerca del "cruce de Shibuya" que teníamos curiosidad por verlo y comprobar si de verdad era el más abarrotado del mundo. Así que para allá nos vamos sin tardanza, y al llegar casi la armo por no llevar las gafas de leer a mano...

Japón es un país higiénico y moderno, que tiene en cuenta las necesidades fisiológicas habituales de los ciudadanos y dispone de instalaciones públicas adecuadas prácticamente en todas partes. Pero no unas instalaciones cualquiera, ¡qué va!. Para complacencia de unos y disgusto de otros, que ven en ello un derroche injustificado, muchos baños públicos están equipados con los famosos y peculiares inodoros electrónicos. Y con su correspondiente batería de botoncitos: para poner en marcha la función "bidet", para dirigir el chorro de agua aquí o allá, para hacer sonar una rumorosa grabación de agua corriente que oculte otros sonidos ofensivos... en fin, todo un muestrario, además del habitual para la descarga de agua que suele ser el más grande y evidente.
Pero en Shibuya, quizás por lo concurrido del lugar, hay un botón que no he visto en otras partes y que, además, es el más visible. Justamente el que pulsé creyendo escuchar a continuación la familiar caída de agua... pero fue una estruendosa sirena lo que empezó a sonar, ¡horror!. Caras de alarma e interrogación entre las ocupantes del baño, y movimiento de uniformados dirigiéndose hacia la entrada... Y yo, con cara de paisaje y preguntándome ¿cómo demonios explico yo en japonés que todo ha sido un error por no distinguir si ponía "Flush" o "Alarm" en el dichoso botón...?, me escabullí hacia la calle sin hacer comentarios. La alarma dejó de sonar poco después, al comprobar que nada había ocurrido.
Desde entonces siempre llevo las gafas a mano...


El famoso cruce peatonal de Shibuya es un auténtico fenómeno de masas. Y es que no se trata de un simple paso de cebra sino de cuatro, uno por cada calle del cruce, más otros dos en diagonal dentro de ese cuadrado. Cuando los semáforos cambian a rojo todos los coches, en las cuatro calles, se detienen; y una multitud, la mayoría jóvenes y adolescentes, invade la calzada caminando en todos sentidos. La impresión es algo parecido a contemplar un auténtico río en movimiento.


Los almacenes Shibuya 109 Girl también merecen una visita, ya que es un espectáculo en sí mismo recorrer sus plantas cuajadas de tiendas con lo último en ropa y accesorios para jovencitas, en el estilo entre ingenuo y sexy que hace furor actualmente por allí. Las propias dependientas no se diferencian de los maniquíes, en perfecta armonía con la multitud de adolescentes y no tan adolescentes que compran y exhiben los modelitos. Es el reino de algunas de las variedades de "lolitas" que es frecuente encontrar por la calle.


Paseando por Shibuya acabamos el día entre anuncios luminosos, ruido y comercios, mucha gente. 


Ahora que ya nos hemos "aclimatado" un poco, visto algunas de las caras de esta múltiple ciudad, y dejado atrás el "jet lag", ya va siendo hora de iniciar el recorrido por otras regiones de este interesante pais. Mañana será el último día para Tokio... hasta la vuelta.

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