jueves, 23 de mayo de 2013

U.S.A. 1992: Death Valley N. M.


Abandonamos Las Vegas en medio de una atmósfera polvorienta que oscurecía el paisaje. En realidad nos quedaban cosas por ver allí, pero preferimos irnos con un buen recuerdo y ganas de volver en otro momento.

Enfilando ya la carretera que nos conducía a Death Valley volvía el calor y el desierto; curiosos árboles de Joshua, de extraña y característica silueta, salpicaban la llanura amarillenta; al fondo las montañas como una barrera gris oscura.




Dejando atrás el último collado comenzamos el descenso hacia el Valle de la Muerte, ominoso nombre que parecía prometer calamidades sin cuento a los que se atrevieran a dejarse caer por allí. Habíamos leído que se trataba del área más seca de Norteamérica, donde los termómetros habían registrado un récord mundial todavía vigente: el 10 de julio de 1913 el aire llegó a alcanzar la respetable temperatura de 56,7 ºC en una zona llamada Furnace Creek (Arroyo del Horno); un nombre sin duda muy descriptivo y evocador. Lo "normal", sin embargo, son unos 48 ºC en verano, que tampoco está mal. Estábamos, al fin y al cabo, dentro del desierto de Mojave.

Nosotros llegábamos a Death Valley National Monument el 21 de septiembre, y aunque el calor seguía siendo respetable se podía aguantar gracias a la sequedad del aire... y al aire acondicionado del coche. Eso sí, cuando salí de aquel agradable ambiente en busca de una piedrecita que llevarme de recuerdo comprendí lo que debe de sentir un pez fuera del agua; además, la dichosa piedrecita estaba a punto para freír cualquier cosa sobre ella...

* En este enlace puedes acceder a la página Web del Parque. Allí puedes ver información actualizada, fotos, y un mapa de la zona.

Un altura por debajo del nivel del mar, un cerco de altas montañas, la elevada presión del aire y el suelo llano y desnudo de vegetación, son factores ideales para formar las masas de aire ardiente que se desplazan por aquella cubeta, creando las mismas condiciones que se dan en un horno de convección. En contraste, los picos de las montañas que rodean el valle alcanzan hasta 3.360 m. y pueden verse cubiertos de nieve parte del año.




El punto más bajo del valle es Badwater: 86 m. por debajo del nivel del mar. Allí el suelo está cubierto por una extensa capa de sal que alcanza hasta 2 metros de espesor y reluce al sol.




Entre las sales comunes que forman estos depósitos también se descubrió bórax. A finales del siglo XIX estos depósitos fueron explotados durante años, transportando el bórax en carretas tiradas por mulas. Precisamente habían sido los mineros, que cruzaban por allí unos años antes en su ruta hacia los yacimientos descubiertos durante la Fiebre del Oro, quienes habían dado su nombre al valle; atravesarlo debía de ser entonces una tarea bastante ingrata. Les hubiera venido bien encontrar en su camino alguna cisterna de agua como las que podíamos ver ahora a un lado de la carretera.




Lo más curioso era que aquél lugar tan árido y aparentemente monótono tenia rincones llenos de colores. Laderas erosionadas donde los óxidos minerales habían pintado el paisaje de franjas verdes, rosas, naranjas, ocres, amarillas, violetas... un auténtico arco iris geológico, como la zona llamada Artist Palette.

Paramos también en Death Valley Ranch para recuperarnos a base de zumos y refrescos. Allí había un museo, tiendas y algunas cosas más; y, sobre todo, un estupendo aire acondicionado del que disfrutamos un buen rato. El frondoso bosque de palmeras datileras y un prado cubierto de hierba, se nos antojaban imposibles espejismos causados por el calor.

El Centro de Visitantes tenía una interesante exposición y un buen audiovisual. Y poco más allá, en Harmony Bórax Works tuvimos ocasión de ver alguno de los transportes usados antíguamente para trasladar los cargamentos de bórax.




Con ello nos dimos cuenta de que había alrededor mucho más de lo que en principio habíamos pensado, y de que tendríamos que volver en otra ocasión... con temperaturas más propicias.

Tardamos unos años pero, efectivamente, visitamos de nuevo Death Valley, que para entonces ya era Parque Nacional. Recorrimos entonces el Golden Canyon, el trail de Natural Bridge, subimos hasta Dante´s View y caminamos sobre la llanura salada y cegadora de Badwater... Efectivamente aquél lugar aparentemente vacío tenía mucho más de lo que parecía a primera vista.




Con la puesta de sol paramos por última vez, en una zona de dunas; la arena, finísima, tenía la consistencia del polvo. Poco más allá alcanzamos a ver un coyote que se escabullía sin prisas.

Cuando dejamos atrás Death Valley empezaba a anochecer; era hora de buscar un lugar donde dormir. Por el camino paramos al ver una tarántula de tamaño respetable, que permaneció agazapada mientras la examinábamos a la luz de una linterna. Poco más allá llegamos al camping de Wildrose, muy primitivo pero al menos con un par de grifos de agua potable, y gratuíto; eso sí: las piquetas se negaban a clavarse en un terreno que parecía de cemento y tuvimos que acabar sujetando los vientos de la tienda con pedruscos.

Magnífico cielo cubierto de estrellas y una gran tranquilidad. Dormimos muy bien.