domingo, 31 de marzo de 2013

U.S.A. 1992: Grand Canyon of the Colorado N. P. (2)


Desde Holbrook hacia el Norte la carretera atravesaba dos grandes reservas indias: la de los Navajo y la de los Hopi. Esta última, mucho más pequeña, ocupaba un territorio en el centro de la primera.

Los antíguos pueblos Hopi, con viviendas de piedra y barro comunicadas entre sí por escaleras de troncos, se encontraban en lo alto de tres mesas de piedra. Estas mesetas eran más bajas y accesibles de lo que habíamos imaginado; de los pueblos no parecía quedar mucho en pie. En el Centro Cultural había un pequeño museo, cerrado en aquel momento; y algunas tiendas de artesanía con joyería, bonita y cara, a la venta. Las viviendas parecían algo más prósperas que las de los Navajo, aunque el terreno era igualmente árido y desértico.

Pasado Cameron, la carretera bordeaba el Cañón del Pequeño Colorado. Sus paredes, muy altas y verticales, estaban formadas por roca estratificada de un único color pardo claro. Paramos un par de veces para acercarnos a los miradores y tomar algunas fotos; también compramos algunas piezas de joyería artesanal en los puestos indios allí montados.




Y por fin entramos de nuevo en el P. N. del Gran Cañón del Colorado, esta vez en su orilla Sur. Cantidad de visitantes, y los campings llenos. Empleamos la tarde en recorrer la carretera escénica con parada en los diferentes miradores.

* En este enlace puedes ver plano esquemático de la orilla Sur del Parque. Y con este otro acceder directamente a su página del USA National Park Service, con información completa y actualizada, mapas, fotos, etc.




Desert View nos recibía con una estupenda panorámica sobre aquel laberinto geológico. También allí se alzaba una curiosa torre-mirador de estilo indio, levantada por la compañía del Ferrocarril de Santa Fe alrededor de 1930: una particular construcción cilíndrica de tres pisos, cuyas paredes interiores estaban decoradas con pinturas de gran fuerza gráfica, representando dioses y espíritus del universo religioso de los Hopi. En el centro del piso un altar hueco de madera encerraba bajo el cristal diversos objetos ceremoniales. Se podía subir a los pisos superiores de la torre, para echar un vistazo al magnífico entorno a través de sus ventanales acristalados.




La ruta de los miradores continuaba con paradas en Lipan Pt. y Moran Pt. Este último debe su nombre al pintor americano Thomas Moran (1837 - 1926), que dejó plasmados en magníficas acuarelas los impresionantes paisajes del Oeste que entonces visitábamos. Precisamente sus pinturas ilustraban el libro que habíamos comprado, acerca de la exploración del Cañón del Colorado por J. W. Powell.




Alcanzamos Grandview Pt. cuando ya se había puesto el sol, y decidimos dejar para el día siguiente la continuación de nuestra visita. En Tusayan, una especie de pequeño pueblo de servicios ya fuera de los límites del Parque, encontramos un lugar donde plantar la tienda. Solamente más tarde nos percatamos del cartel que adornaba la valla del recinto cercano: "Warning. Strong winds. Helicopters moving" (Advertencia. Vientos fuertes. Helicópteros en movimiento). No habría ni treinta metros entre aquel lugar y nuestra tienda...

domingo, 17 de marzo de 2013

U.S.A. 1992: Hubbell Trading Post y Petrified Forest N. P.


Continuamos nuestra ruta a través de Arizona para visitar el Parque Nacional del Bosque Petrificado.




De camino hacia allí, paramos a la entrada del pueblo de Ganado para echar un vistazo a otro lugar interesante: la Hubbell Trading Post, un puesto comercial del s. XIX en el más puro estilo fronterizo; está clasificado como National Historic Site.

Los Navajos, que habían sido obligados por el gobierno de Estados Unidos a trasladarse a la reserva de Campo Redondo en 1864, volvieron en 1868 a sus tierras después de pasar grandes penalidades. Encontraron sus campos destruídos y diezmado su ganado; empobrecidos por los años de exílio y desbaratada su antígua forma de subsistencia, tuvieron que buscar nuevos modos de cubrir sus necesidades. Además, para entonces ya se habían acostumbrado a consumir una serie de artículos traídos por el hombre blanco: herramientas, tabaco, alcohol, harina, azúcar, café... Para conseguir todo aquéllo sin usar dinero, que ni tenían ni estaban acostumbrados a manejar, la solución era el intercambio.

Ovejas, lana, mantas tejidas, joyería, cestos de paja y cerámicas. Tales eran los productos con que los Navajos podían comerciar.

John Lorenzo Hubbell, nacido en New Mexico de madre española y padre inglés, se trasladó a la zona en 1878. Compró el lugar a un comerciante anterior y estableció su negocio de intercambio, mejorando gradualmente su vivienda y las demás instalaciones a medida que su familia iba aumentando. En 1967 la familia vendió el lugar al National Park Service, que lo mantiene en funcionamiento a través de una asociación sin ánimo de lucro y con el mismo estilo tradicional en que los Hubbell lo dejaron.

Pero la Hubbell Trading Post no fue un simple puesto de comercio, ni las relaciones entre la familia y los indios se limitaron a un frío intercambio comercial. Un auténtico encuentro de culturas se desarrolló allí a lo largo de los años, presente tanto en los muchos artefactos de artesanía indígena que  adornan el interior de la vivienda como en la amistad que unió al comerciante con muchos de sus clientes. El nombre del propio pueblo: Ganado, proviene de un jefe navajo conocido como Ganado Mucho, en memoria del cual rebautizó Hubbell al pueblo; el hijo de este jefe: Many Horses (muchos caballos), está enterrado en el propio cementerio de la familia que se encuentra en lo alto de una colina cercana.

Por desgracia la vivienda, que hubiera sido lo más interesante, estaba cerrada cuando pasamos por allí. Solamente pudimos ver el establo - granero y el comercio, además de echar un vistazo al Centro de Visitantes. Todo lo manejaban los Navajos, y las mujeres charlaban en su difícil idioma mientras tejían sus tapices de cara al público.

El interior del comercio nos recordaba a las viejas tiendas españolas de los pueblos, con los comestibles amontonados sobre el mostrador y mil cachivaches de aspecto anticuado colgando de las vigas del techo. También los mostradores eran de la época, aunque la mayor parte de los artículos en venta eran ahora recuerdos para los turistas y artesanía india de factura actual.  En el establo se veían herramientas y algún viejo coche de caballos.




Desde aquí seguimos sin más demora para poder ver el Petrified Forest N. P. antes de la hora de cierre. La abundancia de fósiles, los estudios científicos que se llevaban a cabo en la zona, y la enorme (y prohibida) atracción por la madera fosilizada eran seguramente buenos motivos para que se cerrara a cal y canto al ponerse el sol.

Por suerte se trataba esta vez de un Parque de pequeño tamaño y fácil visita, que se reducía a recorrer la carretera panorámica y parar en los miradores; los senderos eran escasos y cortos.




Con un plazo de tres horas por delante empezamos por echar un vistazo al Centro de Visitantes. Allí había estupendos ejemplares de troncos fósiles pulidos. Parecía increíble que lo que un día fuera madera de color apagado y uniforme pudiera haberse transformado en aquéllos fantásticos diseños multicolores. No es extraño que aquéllas piedras desaparezcan de día en día robadas por manos avariciosas, interesadas, o simplemente fascinadas por algo tan bonito; yo me las llevaría todas...

Las primeras paradas eran miradores sobre el Desierto Pintado. Las colinas de tierra erosionada estaban formadas por estratos de colores marrón, blanco, naranja y violeta; una pena que las nubes ocultaran el sol y apagasen el brillo de los colores. Frondosos matorrales con flores amarillas salpicaban el paisaje perfumando el aire.




En las cárcavas lavadas por la lluvia asomaban troncos fósiles semienterrados, que se iban haciendo más abundantes a medida que avanzamos en nuestro recorrido. En el último punto de parada: Crystal Forest, había un montón de ellos por todas partes; aquí pudimos pasear por el loop trail y acercarnos por fín para tocarlos, admirar los colores y texturas, tomando algunas fotos con la luz del sol poniente. Fue lo que más nos gustó de este Parque.




Anochecía cuando emprendimos definitivamente la retirada; el vehículo de los ranger iba pasando para comprobar que no quedaba nadie en los aparcamientos. Ya fuera, encontramos unos grandes comercios que vendían fósiles y minerales diversos a buen precio y no resistimos la tentación de adquirir algunos de recuerdo.

Seguimos hasta Holbrook donde nos instalamos en un camping Koa. El suelo, cubierto de piedrecillas, era duro como cemento y, ¡cómo no!, la carretera pasaba al lado y la vía del tren poco más allá... Lo único bueno era la ducha caliente, que nos ayudó a descansar de los trotes del día.

jueves, 7 de marzo de 2013

U.S.A. 1992: Canyon de Chelly N. M.


Atravesábamos de nuevo las grandes llanuras áridas y monótonas de Arizona, recorriendo carreteras rectas que se extendían interminables hasta perderse de vista en el horizonte. Así llegamos, pasado Chiule, a nuestra siguiente parada: el Canyon de Chelly N. M.

Nos instalamos en el camping, gratuíto. Estaba gestionado por los indios navajo, dueños de estos territorios; varias familias viven en el interior del cañón.




La visita solamente consistía en recorrer la carretera que bordeaba las orillas Norte y Sur del cañón, ya que internarse en él no estaba permitido salvo en tours con guía. Desde los tres puntos de vista de la orilla Norte, a los que se accedía por carreteras laterales, se podía ver el fondo liso del cañón. Por allí pasaban de vez en cuando los indios, en rancheras o guiando algún grupo de turistas.

Las altas paredes eran de arenisca roja, con un estrato de curiosos conglomerados por encima. En otras zonas las rocas eran estriadas, erosionadas en cuevas y abrigos.




En algunos abrigos quedaban ruinas de algunas viviendas, recuerdo de las tribus de los antíguos indios Pueblo (Anasazi) y Navajo que vivieron allí en el pasado. Pero se veían demasiado lejanas y, en cualquier caso, no tenían comparación con las de Mesa Verde que ya habíamos visitado. Cerca de algunas también se apreciaban algunos petroglifos en la roca.




Ya en la última parada, un par de jóvenes indios que estaban allí entablaron conversación con nosotros; se veía que los turistas éramos una fuente de entretenimiento en aquéllos lugares de vida apartada. Nos reímos un rato unos y otros con la charla, hasta que la luz fue haciéndose escasa y decidimos seguir camino para ver el último punto de interés antes de que la noche se nos echara encima: la Cueva de la Masacre.




La historia cuenta que, en 1805, un teniente criollo llamado Antonio Narbona llegó al Cañón de Chelly al mando de una tropa de españoles con guías indígenas. Su misión era de castigo, en respuesta a los ataques con que los indios navajos habían estado acosando a los asentamientos españoles en la zona como forma de presión para reclamar sus perdidas tierras. El que después sería gobernador de Nuevo México provocó una matanza en la que murieron más de cien indios, y de ahí el nombre del lugar, que ha llegado hasta hoy.

Después de leer la información nos preguntamos si aquéllos jóvenes indios con los que tan amistosamente habíamos estado hablando, y a los que habíamos dicho que éramos españoles, no nos habrían relacionado con su pasada historia. Claro que había pasado más de un siglo desde entonces...




 Bajo las estrellas volvimos al camping para cenar, leer un rato y dormir. Y al día siguiente nos pusimos de nuevo en marcha para recorrer la orilla Sur del cañón. Había en ella más puntos de vista que en la Norte y parecía ser la ruta más popular. Pero, quizás por estar ya un poco saturados de tantos cañones y paisajes impresionantes como habíamos visto en las semanas anteriores, el único punto que nos pareció realmente espectacular fue el último: el mirador sobre Spider Rock.




Dos altas torres de roca se elevaban en aquél punto desde el fondo del cañón. Las leyendas indias cuentan que en la más alta habita la Spider Woman, una deidad que protagoniza numerosos mitos y de la cual aprendieron sus antepasados el arte del tejido. Un arte que siguen cultivando actualmente en tapices con hermosos diseños.

Aparte de las leyendas, el lugar merecía la pena y fue un buen punto final para nuestra visita.