viernes, 23 de marzo de 2012

U.S.A. 1992: Yellowstone N. P.


De todos los paisajes naturales con que cuentan los Estados Unidos posiblemente sea Yellowstone, en el estado de Wyoming, el más emblemático y uno de los más populares. Quizás por haber sido el primero en ser protegido como Parque Nacional, ya que desde 1.872 disfruta de ese estatus. O por influencia de los dibujos animados del oso Yogui que guardamos en nuestra memoria infantil... Tal vez simplemente por ser uno de los lugares naturales más espectaculares y fáciles para la visita turística.




Sea por lo que fuere, el Parque Nacional de Yellowstone figuraba en nuestro plan de viaje como uno de los principales objetivos y no nos defraudó. Es cierto que Yogui y sus congéneres no aparecieron, ni allí ni en ningún otro lugar de ese viaje; tendríamos que esperar hasta visitar Alaska, unos años más tarde, para conseguir ver tantos y tan de cerca como para compensar con creces su ausencia anterior. Pero había muchas otras maravillas a las que atender: géisers, fuentes calientes, pozos de barro, un cañón de colores, cascadas, lagos, bisontes, alces... demasiadas cosas para tan pocos días.




Pero, ¿qué clase de lugar es Yellowstone?. En realidad se trata de una alta meseta rodeada de montañas, donde surgió un volcán cuya caldera colapsó y posteriormente se cubrió de hielo, quedando al cabo del tiempo como un enorme "museo" de las diversas formaciones creadas por la actividad hidrotermal. Habíamos leído que allí se podían ver juntas tantas de estas formaciones como hay en el resto del mundo, y hay que decir que nos fuimos convencidos de que debía de ser verdad...

Entramos en el Parque por el acceso Norte atravesando Gardiner, pueblo turístico con inequívoco aspecto "del Oeste". Poco más allá, el área de Mammoth Hot Springs también parecía un pequeño pueblo con hotel, comercios, clínica... y un Centro de Visitantes donde vimos la interesante exposición acerca de la historia, los primeros exploradores y los animales que habitan la zona; una manada de wapitíes pastaba alrededor del edificio.




Justo al lado encontramos ya la primera de las muchas maravillas del Parque: las preciosas Mammoth Hot Springs. El agua caliente que se derrama de terraza en terraza contiene grandes cantidades de carbonato de calcio que se va depositando en forma de travertino, formando con el paso del tiempo esa gran escalera de colores, desde el blanco de nieve hasta pardo y gris con suaves toques de amarillo y verde, que podemos ver hoy.

Bajo el sol abrasador del mediodía llegamos a la Norris Geyser Basin, una de las varias zonas de actividad que se suceden a lo largo de las rutas de visita. La gran cubeta blanca se extendía en medio del bosque de pinos, y en su interior se abrían "piscinas" de tonos azulados, chorros de agua y nubes de vapor como en una gigantesca cocina al aire libre. Una larga pasarela la atravesaba para poder ver de cerca las aguas humeantes, los pozos de barro, las fumarolas, y algún que otro géiser en acción.




Más allá se extendía otra gran zona de actividad hidrotermal dividida en tres cubetas: Lower, Midway y Upper Geyser Basin, con fuentes hirvientes de colores irreales; alguna tan grande, como la Grand Prismatic Spring, que sólo se puede apreciar totalmente desde el aire. En Fountain Paint Pot burbujeaban unas bonitas "gachas" de barro blanco y rosa. Morning Glory Pool parecía pintada por todos los colores del arco iris, con un corazón azul intenso que se hundía en las profundidades de la tierra. Great Fountain Geyser, a última hora de la tarde, reflejaba el cielo como un enorme espejo aterrazado.




Conseguimos ver de cerca algunos de los grandes bisontes (Bison bison) que se mueven a sus anchas por el bosque y las praderas. Son animales de un tamaño respetable: un macho puede pesar hasta 1.250 kgs. y embestir sin previo aviso si se ve molestado, así que me acerqué muy lentamente hasta poder tomar esta foto y no me entretuve en hacer más, no fuera a pasar lo que con el alce de Fishing Bridge...




Había sucedido la tarde anterior. Al ver unos coches parados en la cuneta nos acercamos a mirar qué pasaba: un alce (Alces alces) de buen tamaño pastaba tranquilamente en la linde del bosque, no lejos de la carretera. Yo tenía para estos casos un teleobjetivo corto, de 105 mm., y me fuí acercando poco a poco y en silencio para no molestarle hasta tenerlo a distancia adecuada para llenar el encuadre con su imagen y, a pesar de la escasa luz, poder llevarme al menos un par de fotos de recuerdo.




Para entonces había ido llegando más gente al lugar, y cuando me disponía a dar la vuelta se me adelantó un hombre con una pequeña cámara compacta, dispuesto también a conseguir su foto; el problema era que se movía con muy poca discreción, y que necesitaba acercarse bastante más que yo para conseguir algo con aquella sencilla cámara.

Parapetado el fotógrafo detrás de un árbol y ya preparado para tomar la foto, el alce levantó de pronto su mirada del suelo y pareció sorprendido de verse en tanta compañía. Sin duda molesto por la intromisión, arremetió contra el que tenía más cerca y tuvimos la oportunidad de ver una escena de cine cómico en vivo: el hombre dando botes alrededor del árbol con el alce detrás, un par de vueltas en unos segundos, hasta que éste se cansó del juego y se volvió a adentrar en el bosque; y el hombre, con cara de susto, de nuevo a su coche. ¡No hay nada como escarmentar en cabeza ajena...!




Llegamos a tiempo de ver también el famoso géiser Old Faithful en actividad: una alta columna de agua elevándose hacia el cielo durante más tiempo del que pensaba. Y aunque para alcanzar aquélla zona tuvimos que recorrer un camino que se hizo largo bajo un sol abrasador, la verdad es que mereció la pena porque también había muchas otras fuentes alrededor.

* Si deseas acceder a una vista de Yellowstone a través de la webcam del Servicio de Parques Nacionales de U.S.A. pincha en este enlace (puede tardar unos segundos en aparecer la imagen).

No eran las zonas hidrotermales el único atractivo del Parque. El río Yellowstone ha excavado un cañón abrupto a través de las lavas amarillas y rojas que forman el terreno, creando un sorprendente tapiz de colores y texturas. Un camino ancho y seguro conducía a los miradores construídos para admirar las dos cascadas impresionantes en que se desplomaba todo aquel caudal de agua. Y también estaba el lago del mismo nombre; incluso en sus orillas surgían fuentes que pintaban el terreno con extraños colores ocres y verdes.




Hubiéramos permanecido allí mucho más tiempo, pero los días pasaban volando y había que volver de nuevo a la carretera...

Llevábamos poco más de un més de viaje, habíamos visto en directo algunos de los paisajes que pueblan nuestros sueños y nos quedaban otros muchos por delante. Pero si en algún momento me ofrecieran la oportunidad de volver a un sólo lugar de Estados Unidos, creo que elegiría Yellowstone sin dudarlo.

jueves, 1 de marzo de 2012

U.S.A. 1992: Olympic N. P.


El Parque Nacional Olympic, en el Noroeste de Washington, fue uno de los más interesantes que visitamos. Dentro de sus límites se han protegido tres ecosistemas bien diferentes: montaña, costa y bosque húmedo lluvioso; esa variedad, junto con su localización en una apartada península de los confines del país, es uno de sus grandes atractivos.




La zona de montaña tiene su cota más alta en el monte Olympus (2.428 m.); en las cumbres de la parte Oeste nieva mucho durante el invierno y se pueden ver glaciares, mientras que hacia el Este el terreno se va haciendo más seco.

* Puedes ver en este enlace una imagen actualizada de la zona de Hurricane Ridge, a través de la webcam del Servicio de Parques Nacionales de U.S.A.

Acampamos el primer día en Heart O´ the Hills, y nos acercamos hasta Hurricane Ridge; desde allí se podía ver el macizo montañoso central como decorado de fondo, y al otro lado el estrecho de Juan de Fuca. Cuando el tiempo está despejado es posible ver también la costa canadiense, pero en aquel momento las nubes tapaban el horizonte.

Subimos la Hurricane Hill, por un sendero bordeado de flores; el terreno, más bien pelado, descendía empinadísimo hasta el fondo del valle. Por el camino vimos urogallos de color pardo (Sooty grouse: Dendragapus fuliginosus), escondidos entre las hierbas; uno de ellos "bañándose" en la arena con entusiasmo. Los omnipresentes chipmunk, similares a las ardillas listadas pero más pequeños, aparecían y desaparecían a cada momento con movimientos nerviosos.




Al día siguiente hicimos el recorrido hasta Soleduc. Primera parada en el lago Crescent, al que antiguamente los indios no se acercaban por creerlo habitado por espíritus; los americanos, más prácticos, lo convirtieron después en lugar de recreo y vacaciones.

Un sendero nos llevó hasta Merymere Falls, una cascada alta y fina en la espesura del bosque húmedo de aquella zona. Las fuentes calientes de Sol Duc, conocidas por los indios, pasaron al dominio público cuando uno de ellos hizo partícipe del lugar y sus propiedades medicinales a un blanco; poco después se construía allí un balneario al que los americanos empezaron a acudir en tropel: las fotos antiguas muestran largas filas de coches llenos de gente deseosa de "tomar las aguas". Aunque el balneario acabó siendo destruido por un incendio, en su lugar se construyeron unas piscinas que, al parecer, son igualmente populares en la actualidad.

El segundo ecosistema de Olympic: la costa, nos llamó la atención más que la montaña. España es un país montañoso y glaciares se pueden ver en los Alpes, pero una costa tan salvaje y solitaria como aquella no la habíamos visto hasta ese momento.

Neah Bay era el centro de una pequeña reserva de los indios Makah. Allí rompían las olas del Pacífico en una espectacular extensión de arena gris salpicada de rocas e islotes agrestes, algunos de ellos coronados por frondosos bosques en miniatura. En Shi Shi Beach la marea baja había dejado cantidad de pequeños estanques entre las rocas, y en su interior se agrupaban colonias de diminutos percebes y mejillones, estrellas de mar de color naranja y hermosas anémonas de un verde casi fosforescente. Incomprensiblemente, alguien se había entretenido en dejar un pésimo "recuerdo" pintando en las rocas...




En Ozette hicimos el Loop Trail de 14 km. que recorre tanto bosque como costa y permite hacerse una idea muy completa del ecosistema costero.

La primera parte: Ozette - cabo Alava, transcurria a través de un espeso bosque húmedo con zonas pantanosas, que sólo se abría ligeramente cuando una senda pisada por los animales cruzaba el camino. Lo más sorprendente era la pasarela continua de madera de cedro de Alaska construida a través del bosque, extendiéndose a lo largo de todo el recorrido; la madera tenía un olor especial y agradable, intensificado por la humedad del ambiente. Por el camino se atravesaba la pradera de Ahlstrom, un lugar cubierto de altas hierbas enmarañadas y grupos de árboles, donde vivió durante años el ciudadano sueco que le dio nombre.

El bosque llegaba hasta la misma costa, abriéndose en una extensión de arena gris y guijarros cubierta en gran parte de troncos secos, arrastrados por el río Hoh e incluso por el río Columbia y depositados en las playas por el viento y las olas.

Habíamos leído que había un par de pasos peligrosos en este tramo cuando subía la marea, y la teníamos ya encima; pero varios caminos laterales, empinados y todavía secos, permitían salvar la dificultad.




El tramo de 4.8 km. por la costa era bastante fatigoso por la arena de gravilla, así que terminamos caminando sobre los troncos para hacerlo más cómodamente. Había miles de ellos, blanqueados y pulidos por los elementos; algunos tenían formas retorcidas que evocaban extraños seres fantasmales, otros presentaban curiosas texturas, y en varios se apreciaba claramente su primitiva función de mástiles o tablazón de barcos ya hundidos.




En una zona de rocas: Wedding Rocks, se podían ver algunos petroglifos con figuras de peces y caras; se creían hechos por los indios de un asentamiento que estaba siendo excavado en aquellos días, cerca del cabo Alava.




Cerca de Sand Point se terminaba el tramo costero y empezaba otro sendero de tablas para regresar al punto de partida a través del bosque; en esta zona había gente acampada por los rincones y en la playa, lo curioso era no haber visto a nadie en todo el recorrido anterior.

La luz empezaba a escasear cuando emprendimos este último sendero, y llegamos al camping ya de noche. En este paseo no llegamos a ver animales; nada de pumas, a pesar del cartel de aviso en el tablero de la entrada... De vez en cuando oíamos la "risa" característica de las ardillas de Douglas, y se podían ver huellas de ciervos o wapitíes marcadas en alguna zona de barro; también cierta cantidad de excrementos de algún depredador de cangrejos y huevos, quizás mapaches. Aquél fue uno de los recorridos de los que guardo mejor recuerdo.

En Rialto Beach, que también visitamos, había un puente natural en una punta rocosa y abundantes estrellas y anémonas en las charcas.




Temperate Rain Forest: bosque húmedo templado, principalmente de coníferas como cedros y abetos. El nombre explica perfectamente cómo era este tercer ecosistema en cuanto a climatología, pero había que pasear por allí dentro para disfrutarlo: largas cortinas de musgos colgando de las ramas, helechos llenando cada rincón, árboles caídos sirviendo de base y de alimento a otros nuevos que  iban creciendo encima de ellos, pequeñas corrientes de agua transparente como el cristal, una mágica luz verde envolviéndolo todo en un ambiente de cuento... Y una humedad eterna impregnándolo todo, aire y suelo, renovada por chaparrones intermitentes más o menos intensos.

El camping de Hoh Rain Forest nos recibió con una lluvia muy adecuada a su nombre; tardamos un rato en decidirnos a salir del coche y plantar la tienda. Habíamos leído que era posiblemente la zona más húmeda de todo Estados Unidos continental, con unos 380 cm. de precipitación anual, sólo superada por la isla de Kauai; y debía de ser verdad.

En esa zona recorrimos los dos senderos más cortos: Mosses Hall Trail: que permitía visitar la zona más antigua del bosque, y Spruce Trail: con una variada muestra de las plantas autóctonas. Aunque la última parte la hicimos bajo la lluvia, la temperatura no era desagradable; fue aquélla la zona de Olympic N. P. que más me gustó.

Como siempre, abandonamos el Parque con pena. Pero quedaban por delante muchas millas de carretera llenas de paisajes por descubrir...