lunes, 16 de enero de 2012

U.S.A. 1.992: Descubriendo América


Desde el 10 de julio al 6 de octubre de 1.992, estuvimos recorriendo el Oeste de Estados Unidos en el que ha sido, hasta la fecha, el mejor viaje entre todos los que hemos realizado. ¿Por qué el mejor?, es algo difícil de concretar.

Supuso un cambio importante de escenario, de continente, incluso cultural.

"Descubrimos" una Naturaleza que en Europa se perdió hace tiempo, reducida al mínimo por la densidad de población y construcciones; enormes extensiones aún salvajes y paisajes grandiosos que, al natural, dejaban pálida cualquier fotografía o película; animales salvajes que se podían observar de cerca (a veces ¡incluso demasiado de cerca!).

Y no solamente la Naturaleza, sino las personas que fuimos encontrando por el camino: norteamericanos amables, comunicativos, amistosos, que en muchas ocasiones nos ofrecieron su ayuda espontáneamente y de forma totalmente desinteresada, o simplemente se acercaron a charlar un rato y se mostraron encantados al saber que veníamos de lejos.
Es posible que en el Este de Estados Unidos las cosas sean diferentes, no voy a discutir lo que no conozco (todavía); pero al Oeste hemos vuelto varias veces, y volvería muchas más.

También nos gustó por las facilidades para viajar, más aún porque en aquél momento el cambio dólar/peseta nos era francamente favorable.
De este modo, el coche que reservamos desde España y recogimos en el mismo aeropuerto: un Pontiac azul brillante, amplio y cómodo, con pocos kilómetros,  hubiera sido impensable alquilarlo en Europa por el precio que nos costó.
Supermercados por todas partes, bien surtidos, a veces incluso abiertos 24 horas al día.
Información: toda la necesaria y aún más; folletos turísticos y mapas gratuítos en cada Centro de Visitantes; carteles y avisos de cualquier incidencia o situación; un empleado que pasaba informando (amable y educadamente) coche por coche ante una detención momentánea causada por obras en la carretera...

En fín, por todas estas razones y otras cuantas que iré apuntando en su momento, este primer viaje a Estado Unidos fué especial y guardamos de él un recuerdo entrañable. Y ahora paso a contar un poco de lo que vimos e hicimos por allí.

Aterrizamos en San Francisco, California, con un calor húmedo y nubes oscuras viajando por un cielo azul. Rellenamos un par de impresos, abandonamos un par de piezas de fruta sobrantes en la Aduana y sin más trámites salimos al exterior. Un autobús de Avis nos trasladó hasta las oficinas, en otro edificio, y en poco tiempo nos poníamos en marcha conduciendo un flamante Pontiac Sunbird, de cambio automático, que aunque no era complicado nos dio alguna que otra sorpresa.




Empleamos un par de días en reponernos del viaje y adaptarnos al nuevo horario. Aprovechamos el tiempo dando una vuelta por San Francisco, que nos pareció una ciudad agradable y curiosa: miles de casitas bajas de madera extendiéndose sobre las colinas y un centro de rascacielos junto a la bahía, Chinatown y sus tiendas de extraños artículos, los puestos de mariscos y la animación vespertina de Fisherman´s Wharf, la inconfundible estructura del Golden Gate atravesando la bahía, y los tranvías descendiendo por las calles en cuesta con algunos pasajeros colgados del estribo...




También nos acercamos hasta la Reserva Nacional de Punta Reyes, para ver sus acantilados poblados por focas, pelícanos pardos, cormoranes, alcas y gaviotas.




Y exploramos los alrededores intentando echar un vistazo a la Falla de San Andrés, pero aunque seguramente pasamos en algún momento por encima sólo conseguimos ver terrenos ondulados cubiertos de pastos y encinas. Unas semanas antes de nuestra llegada, dos terremotos de grado 7 habían sacudido aquel tranquilo paisaje de California; y resultaba difícil imaginar que por debajo existiera tanta tensión acumulándose a través del tiempo, milímetro a milímetro, capaz de destruir en pocos segundos un cuadro tan bucólico.




Por fin descansados, aclimatados, y equipados con casi todo lo necesario para acampar con cierta comodidad, emprendimos ruta hacia el Norte. En nuestros planes entraban, principalmente, los Parques Nacionales; pero también cualquier otro punto de interés especial: reservas, parques y monumentos naturales, tan abundantes en aquélla privilegiada geografía.

No quedamos defraudados...

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