viernes, 25 de noviembre de 2011

1.985 Marruecos (1): Oriente está al Sur




Este primer viaje fué una escapada navideña a nuestro vecino del Sur. Disponíamos de 18 dias libres y elegimos Marruecos, tanto por su cercanía como por la diferencia de culturas; además, cosa a tener en cuenta, las temperaturas más suaves y las escasas lluvias lo hacían aún más atractivo en esa época del año.

Las fotos, estropeadas y descoloridas ya por la baja calidad del revelado, han necesitado una sesión de Photoshop para hacerlas de nuevo visibles; pero la dificultad de devolverles su color natural me ha decidido a dejar algunas en blanco y negro.

El plan de viaje era seguir carretera hacia el Sur, cruzar el estrecho y seguir bajando hasta que se nos terminara el asfalto y comenzase la arena... Bueno, era algo más elaborado que todo eso pero el objetivo principal era asomarnos y echar un vistazo, aunque tan solo fuera desde el borde, a esos paisajes desérticos que desde las primeras lecturas habitan nuestra imaginación. Y, desde luego, visitar Fez y Marrakech, nombres casi míticos que evocaban imágenes de exotismo y aventura, zocos y encantadores de serpientes...

Porque, cuando uno ha leído mucho e imaginado aún más, especialmente con la mente impresionable de un niño, se lleva impresa una imagen latente que solo está esperando tener delante de los ojos el objeto imaginado para concretarse. Lo curioso es que, a pesar de que el mundo real pocas veces coincide con el soñado, aquélla primera imagen nunca llega a desaparecer: en nuestra mente conviven sin aparentes problemas el lugar soñado y el que realmente vimos; y con el paso del tiempo, los duros perfiles de éste se desdibujan y refunden con aquél, formando una nueva imagen que llamamos recuerdo. Es aquí donde un diario escrito sobre la marcha y unas fotos tienen su importancia, pues ayudan a diferenciar, hasta cierto punto, lo vivido de lo soñado.

* Mapa de Ruta:





En este mapa he marcado la ruta que seguimos para ir y volver. Resaltados, los lugares en donde hicimos un alto significativo para ver algo interesante o pasear con más detenimiento; esto último con matices, claro: poco tiempo y mucho terreno por andar no dan para detenerse demasiado tiempo en cada sitio. El recorrido tiene las siguientes paradas: Ceuta, Fez, bosque de Ifrane, gargantas del Ziz, Er-Rachidia, Meski, dunas de Erfoud, Erfoud, pista de Merzouga, gargantas del Todra, gargantas del Dadés, Ouarzazate, Zagora, Tamegroute, Ait-Ben Haddou, Marrakech, Essaouira, punta de Imessouane, Agadir, Imlil, cascadas de Ouzud, Meknés, Ceuta.

* El Viaje:

Habíamos salido de Madrid a las 4 pm. del viernes 20 de noviembre, y el sábado a mediodía ya habíamos cruzado el estrecho y entrábamos a Marruecos por la frontera con Ceuta. En este intervalo nada de particular; salvo que para dormir hicimos vivac junto al coche en una caleta solitaria cerca de Algeciras, y al poco nos despertó la Guardia Civil para pedirnos la documentación y echar un vistazo al equipaje: nada extraño, teniendo en cuenta que nos habíamos ido a quedar en el típico punto de desembarco utilizado por los contrabandistas de la zona... Pero en fín, debíamos de parecer poco sospechosos y enseguida nos dejaron seguir durmiendo después de desearnos buenas noches.

El cambio de ambiente, que ya en Ceuta nos había mostrado un adelanto, se hizo patente a medida que nos adentrábamos en el país; no en el paisaje, que venía a ser todavía una continuación de Andalucía; sino en la gente, que tenía un aspecto diferente, hablaba otro idioma y se comportaba de otra manera...

El 21 de noviembre, por una carretera llena de baches y sin ninguna clase de señalización, con gente yendo y viniendo por ella a pie o en burro, hicimos los kilómetros que todavía nos separaban de Fez. Anochecía temprano, y lo más preocupante eran las bicicletas sin luces que de vez en cuando aparecían ante los faros del coche sin previo aviso.

Entrar en Fez y empezar el asalto de los "guías" fué todo uno: aún en medio del tráfico y aprovechando cualquier detención momentánea, una nube de ciclomotores se nos pegaba al coche para instarnos con gestos apremiantes a seguirles. Ya estábamos prevenidos de esta dichosa costumbre y no nos pilló de sorpresa, pero fué quizás el mayor inconveniente de viajar por este pais; y todavía se puede decir que tuvimos suerte, pues es un acoso que cada año ha ido a peor, hasta hoy.

Encontrar el camping no supuso ningún problema, ya que Teles había estado aquí el año anterior y recordaba el camino; tampoco había que pelearse por el espacio para instalar la tienda, una de las ventajas de viajar fuera de temporada; de los servicios mejor no hablar, aunque esto también fué una característica común a todos los que iríamos viendo después.

¡ Y los cantos del alba...!. Desde cada mezquita, y a juzgar por el estruendo debía de haber docenas, el almuédano llamaba a la primera oración a las 6 h. de la mañana (para nosotros las 5 h., por la diferencia horaria). Uno después de otro, y con la consistente ayuda de altavoces, iban entonando unas salmodias más o menos monótonas, más o menos musicales, durante un rato. Cesaba el barullo y tomaban el relevo los gallos, también abundantes, saludando a una aurora todavía invisible... Un rato más tarde, con los ojos aún llenos de sueño, nos poníamos en pie dispuestos a adentrarnos en los misterios de Fez.

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